miércoles, 4 de septiembre de 2013

Sobre los trenes

Una vez me senté mirando a la estacion de tren, y vi los trenes pasar uno tras otro.
Me llamó la atención los pasajeros angustiados, apurados, más allá del frío y el calor.

Algunas personas, quizás por más ancianas o porque el tiempo les sobra, decidían no subirse a los trenes demasiado cargados.
Así que esperaban.

Esperaban viendo pasar frente a sus rostros a sus compañeros,
cuyas caras se transformaban con el correr de los metros, a medida que se alejaban del andén.

Algunas personas dejaban pasar un tren tras otro,
quién sabe por qué,
quizás el confort de la parada era demasiado,
pero no se daban cuenta
que algúnos trenes pasan más rápido que otros
y algúnos llegan una vez,
y nunca más.

Quizás no se subían por miedo a un accidente,
quizás temían el choque,
esa fusión inmanente del alma con el universo,
un beso furtivo, un nuevo negocio, la aventura.

Sin embargo imagino que hay otra clase de personas,
algúnas que se suben a un tren y no lo abandonan nunca.
Y pasan frente a ellos paradas, una tras otra,
y no deciden bajar jamás,
llegando hacia el no llegar.

También habrá otros, que suben y bajan,
y viajan,
miran y conocen y se mueven,
y besan,
y aman,
y tambien cojen.

Y acá estoy yo,
pensando, mirando,
en este anden por donde los trenes pasan,
como un laberinto de vidas y destinos,
un entramado de posibilidades,
en un universo donde el instante
puede ser el infinito mismo donde se decide todo.

Y creo que ya sé,
que no importa a que tren se suban,
ni importa a que camino les lleve,
o gracias a cuál suerte decidan.
Detrás de todo permanece algo,
y eso es que todos viajamos,
ya sea en nuestras mentes,
o acompañados.