Una caída controlada.
Un aterrizaje hacia otra ontología,
una percepción diferente,
más cercana a la del animal.
Los sentidos se mezclan
y la música es un ropaje antiguo,
el vino es una escultura
hecha de roble y cédro.
Es un descenso hacia lo más profundo,
una sensual amenaza de muerte.
Es una inmediatez que se produce en las miradas,
un túnel que precede a la existencia.
Es una grieta en el espacio y en el tiempo,
una salida,
un anticipo de libertad
a ese salto hacia el abismo eterno.
Es un paseo por una tierra nueva,
y luego,
el eterno e imposíble retorno.
jueves, 8 de noviembre de 2012
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